Hasta hace sólo un par de meses, se esperaba un futuro brillante, con Portugal batiendo récords anteriores en términos de ingresos por turismo, número de visitantes y pernoctaciones.
Este éxito suscitó incluso quejas por exceso de turismo. Sin embargo, ahora la realidad es otra: aviones en tierra en aeropuertos vacíos, hoteles, agencias de viajes y restaurantes cerrados, tuk-tuks (mototaxis de tres ruedas) descansando en garajes y bellos paisajes desiertos.
Los problemas de crecimiento que se dejaban sentir, sobre todo en las principales ciudades, ya no existen. Los planes para un nuevo aeropuerto se han pospuesto, ya que ahora hay muchas franjas horarias a la espera de que vengan las compañías aéreas. Algunas de ellas nunca volverán a despegar.
En la agenda actual está la supervivencia de miles de empresas y cientos de miles de puestos de trabajo en la industria turística.
Muchos opinan que esta dependencia de la industria turística es excesiva y que Portugal sufrirá más que otros por ello. Necesitaría más tiempo para recuperarse.
Hoy en día, la imagen de China, que, al igual que el turismo de Portugal, gozaba de un creciente respeto por parte de la opinión pública, sufre injustamente los efectos de la desinformación y la ignorancia.
Incluso hay gente que llama al SRAS-CoV-2 el “virus chino”, poniendo así bajo sospecha a 1.400 millones de chinos y aumentando las barreras a la sana relación que todos estaban construyendo y experimentando.
China es uno de los mercados que deben recuperarse antes y, en consecuencia, ayudar a todos los demás a recuperarse más rápidamente.
El mundo volverá a viajar, pero con tiempo. Más pronto que tarde, alcanzaremos las cifras anteriores.